"Los obstáculos de Obbatalá"
Obbatalá, la madre de Shangó, hacía mucho tiempo que no veía
a su hijo, a quien extrañaba y por quien sentía un verdadero cariño. Antes de
emprender el viaje para verlo.
Orunla le aconsejó que se hiciera una limpieza
en el cuerpo con chirebatá y le dijo que en el camino encontraría tres
obstáculos, pero que no se desanimara que si hacía las cosas como él le había
mandado, no tendría problemas. Obbatalá se puso en marcha después de hacer lo
que le recomendara Orunla y al poco rato de estar caminando, se encontró con
Eleguá que estaba disfrazado de vendedor de epó. Eleguá hizo como si se cayera
y Obbatalá acudió en su ayuda con tan mala suerte que se ensuciaron sus ropas
blancas con el epó, razón por la cual tuvo que regresar a su casa para vestirse
de limpio. De nuevo en camino hacia casa de Shangó, Obbatalá se vuelve a
encontrar con Eleguá quien, esta vez disfrazado de niño, se para en una tabla
encima de un fanguizal y hace como si tuviera miedo de caerse. Obbatalá trata
de ayudar al niño, pero cuando se para sobre la tabla, resbala, se caen los dos
y ruedan por el fango. Vestido de nuevo con ropas limpias, Obbatalá llega por
fin a las tierras en que Shangó es rey. Pero cuando va atravesando el campo ve
el caballo de su hijo enredado en una maleza y corre en su ayuda, pensando la
alegría que recibiría al recuperar el animal. En ese momento llegan los
soldados y la toman prisionera, pues el caballo se había perdido y ellos
supusieron que Obbatalá, a quien no conocían, lo había robado. Enterado el
Alafín de que una persona extranjera le había tratado de robar su caballo,
mandó que la trajeran a su presencia y cuando vio a su madre venir esposada
entre los soldados, le hizo moforibale y le pidió perdón. Luego le regaló grandes
riquezas y mandó que le construyeran un palacio.
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